La cuaresma nos lleva a privaciones por el bien del alma. A tratar al cuerpo con rigor para que sea el alma el auriga y que no sea éste el que controle. Y hay gente que utiliza el castigo corporal como forma de superar las crisis familiares, llamar la atención, agresión en la escuela, la mala relación con los padres, el estrés y la preocupación por el rendimiento académico y los exámenes. Nada que ver al ancestral remedio ascético.
En Inglaterra, hay una epidemia de adolescentes que se autoflagelan
Una epidemia oculta de autoflagelación está afectando a los adolescentes de toda Gran Bretaña: uno de cada 12 adolescentes se lastima deliberada y regularmente.
Cuenta Amelia Hill en The Observer que el informe más extenso sobre el tema, que se publicó el 27 de marzo, dice que probablemente haya dos chicos por aula que se autoflagelan. Tenemos la tasa más alta de este fenómeno en Europa, pero la ignorancia universal sobre el tema es tan abrumadora que las cifras aumentarán aún más si no actuamos de inmediato”, dice Catherine McLoughlin, presidente de la primera comisión nacional de investigación de la autoflagelación entre la gente joven.
Dice que algunos informes sugieren que hasta uno de cada cinco adolescentes tiene alguna actitud autodestructiva, un tema que siempre se rodeó de culpa y se mantuvo en secreto. El panel descubrió que chicos de hasta cinco años se lastimaban deliberadamente, pero dijo que los familiares y amigos por lo general no eran conscientes de que alguien cercano a ellos se estaba lastimando.
La comisión de investigación, que iniciaron hace dos años la Fundación Camelot , una entidad de caridad, y la Fundación de Salud Mental, habló con más de 350 organizaciones e individuos. Recopiló todo el trabajo disponible sobre el tema y también encargó un informe, “Truth Hurts” (La verdad lastima), según el cual las víctimas que buscan ayuda muchas veces se enfrentan al ridículo o a la hostilidad.
“Es una epidemia oculta de proporciones horrorosas y prácticamente no sabemos nada sobre el porqué ocurre o cómo se la detiene”, dice McLoughlin. “Básicamente, sabemos tanto sobre autoflagelación ahora como sabíamos sobre anorexia hace 20 años”. Gracias al informe se supo que la gente que se lastima puede cortarse bajo la supervisión de enfermeras en un programa piloto que se lleva a cabo en un centro de salud de South Staffordshire. Se espera que la supervisión, y no la prohibición, ayude a los pacientes a encontrar mejores maneras de abordar sus problemas.
La enfermera Chris Holley, que está organizando el programa piloto, dijo que se habían trazado lineamientos para asegurar que se realizara de forma segura y que estuviera acompañado por esfuerzos para alentar a estas personas a dejar de lastimarse. La gente joven consultada por la investigación “Truth Hurts” mencionó una amplia gama de factores que habían originado la autoflagelación, como por ejemplo la agresión en la escuela, la mala relación con los padres, el estrés y la preocupación por el rendimiento académico y los exámenes.
Otras razones mencionadas con frecuencia son las crisis familiares, los problemas que tienen que ver con la raza, la cultura o la religión y la baja autoestima. Linda Dunion, directora de la campaña “See Me” (Mirame), que intenta que se tome conciencia del tema en Escocia, coincide en que el estigma de la autoflagelación hace que la gente joven no quiera buscar ayuda. Nuestra investigación demuestra que más del 40% de los adultos piensa que los jóvenes se autoflagelan para llamar la atención, uno de cada tres siente que son manipuladores y el 15% cree que es una señal de un intento fallido de suicidio”.
Sin embargo, la autoflagelación es un indicio de que una persona joven lucha por vivir, dice Jackie Cox, psicóloga y consejera de la escuela Harrow. “La autoflagelación es una señal de desequilibrio emocional”, dice. “Es un mecanismo de supervivencia que utiliza la gente joven para hacer frente a un trauma emocional y psicológico subyacente”. Un adolescente que pidió no revelar su nombre dijo que su autoflagelación era un método de supervivencia.
Era una manera de sacarse de encima el dolor y la furia, dijo. Pero el alivio que generaba, la sensación de sentirse mejor, siempre duraba poco, de modo que lo tenía que hacer muchas veces. “Pasé por días en los que no podía levantarme en la mañana y funcionar si no me lastimaba”, agregó. “No sé cómo expresar mis sentimientos de otra manera. Si no me hubiera lastimado, creo que ahora no estaría vivo”.
Estigmatizar a los jóvenes que se lastiman cuando más ayuda necesitan podría hacer que su comportamiento se agravara aún más y, según Cox, en esos casos podría volverse, incluso, grave. “La autoflagelación puede desatar sustancias químicas que provocan una sensación muy positiva de calma y bienestar”, dijo. “Pero, para lograr el mismo efecto, cada vez hay que infligirse más daño, lo cual puede derivar en una lesión que requiera un tratamiento profesional o algo peor”.
La Fundación de Salud Mental va a abrir un centro de entrenamiento para todos los que trabajen con jóvenes, mientras que la Fundación Camelot va a establecer un centro en Internet sobre la autoflagelación, que ofrezca información actualizada a nivel nacional. “Es hora de dejar de emitir juicios y empezar a actuar”, dice McLoughlin. “Hay que sustituir la vergüenza por el entendimiento y el apoyo. Ya no podemos ignorar el hecho de que la autoflagelación está afectando la vida de nuestros jóvenes”.