¿Que tenemos en el corazón?, Saber pensar en los demás, saber tener detalles de cariño…
El Padre se encuentra con José Luis Pastor. Le toma por el brazo, afectuoso, y le invita:
-Hijo, ¿me acompañas a rezar un «acordaos» ante la Madonna?
-¡Claro que sí, Padre!
José Luis le pregunta, con interés de médico:
-¿Cómo ha dormido esta noche, Padre? ¿Ha podido descansar?
Pero Escrivá no le responde como a un médico. Más bien, le hace una entrañable confidencia:
-Mira, como os quiero ¡tanto, tanto, tanto!, siempre tengo algún hijo mío en quien pensar. Ss quiero con corazón de padre, de madre… ¡y de abuela! A veces me hago un lío por dentro, entre lo que debe exigir un padre, lo que tiene que comprender una madre y lo que puede consentir una abuela… Y en ocasiones echo de menos algunos detallicos, algunas cartas, algunas cosas de mis hijos… Escrivá sigue caminando del brazo de José Luis, pero hace una pausa en lo que venía diciendo. Al cabo de un poco, continúa:
-Esto lo he llevado a mi oración. Y he visto que los padres son para los hijos y no los hijos para los padres. Es lo que tantas veces digo a otros y yo he de aplicármelo, el primero… Si, como el profeta Ezequiel, yo tuviese que pedir al Señor que me cambiase el corazón, no le pediría que me cambiase el corazón de piedra por uno de carne. Si acaso, al revés: que, en vez de este corazón de carne, me diese uno de piedra… Y entonces, hijo mío, entonces ¡dormiría a pierna suelta, todas las noches!