En una parroquia de una barriada, vivía una familia gitana creyente. Un día se murió un miembro de la familia y se fueron a la parroquia para encargar una Misa Funeral por el difunto.
En una parroquia de una barriada, vivía una familia gitana creyente. Un día se murió un miembro de la familia y se fueron a la parroquia para encargar una Misa Funeral por el difunto.
El párroco anotó en el diario de la parroquia, el día que quería celebrar el funeral por el familiar fallecido, cuando anota, observa que ese día corresponde una fiesta litúrgica, de un mártir, que no se puede cambiar y el párroco les informa a los gitanos advirtiéndoles:
– Ese día que ustedes quieren celebrar el funeral, corresponde a una mártir y la liturgia manda que la celebración sea de rojo.
Llegado el día del funeral, llegan a la parroquia todos los familiares para el funeral, ellas vestidas de rojo, y una de las mujeres, se acerca al sacerdote y le comenta:
– “Señor cura: Dígale a la liturgia, que dice mi marido, que las mujeres vale, pero que ellos no se visten de rojo”.