Cuando los rusos irrumpieron en Alemania y en los demás países del Este de Europa, que con ella se habían aliado contra el comunismo, se desencadenó una orgía apocalíptica contra la población civil. Ilya Ehrenburg había desempeñado, durante años, una tarea de emponzoñamiento mental, en su calidad de jefe de la propaganda soviética. Había machacado y hecho machacar en la cabeza de los miembros de las fanatizadas masas bolcheviques la idea de que los alemanes eran, todos, unos criminales, y de que las mujeres alemanas deberían ser consideradas botín de guerra. Todos los frenos interiores -lo que llaman Derecho Natural- que el ser más ignorante que se quiera imaginar lleva en el fondo de su alma, fueron adormecidos por esa propaganda constante, que llegó a apagar todos los escrúpulos. Además, los altos mandos del Ejército Rojo, tales cómo el General Zhukov, y su colega Rokossowsky, coadyuvaron con sus órdenes a la puesta en práctica de esa propaganda.

He aquí lo que dice el noruego Thorwald: «Todo poblado y toda aldea conquistada cayó en un inenarrable infierno. Ancianos asesinados a culatazos porque tenían un hijo en las SS; civiles muertos de un tiro en la nuca, delante de sus familiares; civiles requisados como bestias y utilizados para cargar municiones o arrojados ante las líneas alemanas para que hicieran estallar minas al pisarlas. Niñas de 12 años y mujeres de hasta 70 ultrajadas públicamente y en masa; criaturas que lloraban y gritaban presas de espanto al ser obligadas a presenciar aquellas torturas de sus madres; saqueos de ropa y de víveres; mujeres semidesnudas, abandonadas en los caminos para morir lentamente de hemorragia y de frío. Todo lo que se temía del Oriente, monstruosamente superado por aquel infierno. Caravanas aterrorizadas de civiles comenzaban a huir hacia la retaguardia. Los tanques soviéticos, a veces, les alcanzaban y se divertían disparando contra esos blancos inermes, para luego caer sobre las mujeres. Hubo casos en que no respetaban ni a las muertas».

Jurgen Thomwald: «Empezó en el Vístula».

Los crímenes de los «buenos» de Joaquín Bochaca.