En momentos de dificultades y desafíos, cuando nos encontramos abatidos y desanimados, el Señor nos susurra al corazón con palabras de aliento y fortaleza. Nos dice: «Ánimo, levántate. Te llamo».
En medio de la oscuridad, Él nos invita a levantarnos de nuestras caídas y aflicciones. Nos recuerda que somos amados incondicionalmente y que Él tiene un propósito para cada uno de nosotros. Su llamado es un recordatorio de que no estamos solos, que su presencia está con nosotros en cada paso del camino.