En la pequeña ermita de San Antonio de la Florida descansa el cuerpo del reconocido pintor Francisco de Goya, pero lo que resulta curioso es que solo se encuentra su cuerpo, ya que su cabeza nunca fue hallada. Durante mucho tiempo se han tejido especulaciones acerca del paradero del cráneo de Goya, y existen dos teorías que se consideran las más probables, aunque resulten bastante extrañas.

La primera teoría involucra al pintor asturiano Dionisio Fierros (1827-1894). Según Antonina Vallentín, la biógrafa de Goya, hacia mediados del siglo XIX, Fierros pintó un cuadro que llevaba la inscripción «El cráneo de Goya pintado por Fierros en 1849». Las investigaciones de Vallentín la llevaron hasta la viuda y el nieto de Fierros, quienes afirmaron que en el taller de su abuelo había un cráneo que bien podría haber pertenecido a Goya. Lamentablemente, el cuadro desapareció misteriosamente sin dejar rastro. Sin embargo, según el libro de Vicente Muñoz Puelles, «El cráneo de Goya», se dice que la calavera permaneció en el estudio de Fierros hasta que un sobrino suyo, estudiante de medicina, decidió realizar un experimento introduciendo garbanzos en remojo en el supuesto cráneo de Goya para probar la fuerza expansiva de los gases. Lamentablemente, el cráneo se fragmentó y el sobrino, sin saber qué hacer con los restos, decidió dárselos de merienda a un perro.

La segunda teoría gira en torno a un médico y amigo personal de Goya, a quien se especula que el artista pudo haber autorizado para que le cortara la cabeza al fallecer, con el propósito de realizar estudios «frenológicos» que estaban de moda en aquel tiempo. Se cree que el cráneo pudo haber sido enviado desde Burdeos a París y luego se perdió.

Ambas teorías no hubieran sido posibles sin la participación de Joaquín Pereyra, cónsul español en Burdeos a partir de 1880. Fue él quien descubrió la tumba de Francisco de Goya y Lucientes en el cementerio de Chartreuse. Su sorpresa fue enorme cuando, al realizar la exhumación, encontró un cuerpo sin cabeza.

De esta segunda teoría se desprende una versión más romántica: se dice que Goya solicitó a sus albaceas que, tras su muerte, le cortaran la cabeza y la enterraran en Madrid, junto al pie derecho de la duquesa de Alba, a quien estuvo profundamente enamorado durante gran parte de su vida.

Los restos de Goya sin cabeza tuvieron que esperar casi 19 años para encontrar su lugar en el mundo. Pereyra hizo todo lo posible para lograrlo, pero las administraciones de turno no estuvieron dispuestas a aportar suficiente dinero para la repatriación ni para un funeral que estuviera a la altura del genio que fue Francisco de Goya.