Se cuenta de la hija de Luis XV de Francia, Luisa, que al ser reprendida por una de sus servidoras, replicó con enojo:
-¿No sabes, acaso, que soy la hija de tu rey?.
La sirvienta no se amilanó. Ante la pregunta impertinente, supo poner a la infanta en su lugar, contestando:
-Y yo, ¿no soy acaso la hija de tu Dios?
La princesa no olvidó aquella lección. Años más tarde, siendo ya monja carmelita, recordaba agradecida el corte de aquella sirvienta.
Continúa la anécdota con una reflexión…
¿Me doy cuenta de lo que significa ser hijo de Dios? Tendríamos que comprender a Dios para hacernos cargo de la maravilla que ha realizado en nosotros al convertirnos en hijos suyos.
La dignidad de la persona está por encima de la dignidad del linaje