(Matth 24, 46): “Dichoso aquel siervo a quien su amo cuando vuelva encuentre velando.” Así vivía el santo Job: “Todos los días de esta vida estoy esperando la otra vida” (Job 14, 14).
Cada día hago cuenta que es el postrero para mí. Llamadme, Señor, el día que quisiéredes, que dispuesto y preparado estoy para responder y acudir a vuestro llamamiento en cualquier tiempo y hora que me quisiéredes llamar.
(P. Alonso Rodríguez, “Ejercicios de perfección y virtudes cristianas”)