El 7 de abril de 1876 el secretario de Don Bosco que dormía en la habitación cercana, oyó que el Santo gritaba por la noche diciendo: ¡Antonio!, ¡Antonio!A la mañana siguiente le preguntó si había dormido bien y le contó que lo había oído gritar.
Don Bosco le narró lo siguiente: Soñé que estaba en el último tramo de una escalera en un sitio muy estrecho y que se me presentaba una hiena dispuesta a atacarme. No sabiendo cómo librarme de este antipático animal empecé a pedir auxilio a mi hermano Antonio, que hace muchos años que se murió.
Finalmente avanzó la hiena hacia mí con las fauces abiertas, y yo viendo que nadie venía a auxiliarme agarré la hiena por el pescuezo, lleno de angustia ante tan grande peligro.
Pero en ese momento llegó de los montes un pastor que me dijo las palabras del Salmo 121: “Levantó los ojos a los montes. ¿De dónde me vendrá mi auxilio? El auxilio me viene del Señor que hizo el Cielo y la tierra”. Y añadió: “Cuanto más se baje y se humille una persona, tanto más auxilio y gracias recibirá del Cielo”. Este animal solamente le hace daño al que le da importancia y al que busca el peligro.
Enseguida me desperté.
Nota: Parece que el pastor hacía alusión a aquella frase de San Agustín: – “El pecado y los enemigos del alma son como el fuego y ciertas fieras: no te hieren si no te acercas demasiado y si les tienes demasiada confianza. Pero el que ama el peligro, perecerá en él”.
Y aquella otra frase tan famosa y tan antigua: – “¿Sabes por qué los valles reciben tantas aguas? Porque están muy bajos. ¿Sabes por qué las altas lomas están estériles y resecas? Por estar tan elevadas. Así pasa en lo espiritual: los que se humillan recibirán ríos de gracias y de ayudas de Dios. Los que se enorgullecen y se elevan vanidosamente se quedarán secos y sin muchas ayudas espirituales”.