Tan graciosa y gentil se manifiesta
la amada mía si serena pasa
que las lenguas temblando quedan mudas
y que los ojos ni a mirar se atreven.
Ella se aleja, oyéndose alabada,
benignamente de humildad vestida,
y da la sensación de haber venido
desde el cielo, a manera de un milagro.
Muéstrase tan graciosa a quien la mira
que, al verla, nos produce una dulzura
que no puede entender quien no la prueba.
Y parece que exhale de sus labios
un espíritu suave, de amor lleno,
que al alma va diciéndole: Suspira.