Hay gente que trabaja con éxito y que se les ve calmos y llenos de paz. Nadie sabe lo que llevan dentro: se podría decir que son como bellos cisnes en plácidos estanques que se mueven al compás del valls pero que bajo el agua están poniendo un enorme esfuerzo en propulsarse con sus patas.
¡Enviadlo a la cárcel!
Las reacciones de los públicos presentes en una plaza de toros son muy dispares y en ellas influyen una gran cantidad de factores: las faenas, el tiempo, el ganado…Por ello, a menudo se producen grandes manifestaciones de fervor popular en una plaza, tanto a favor como en contra.
En esta ocasión, pasamos a relatar una anécdota sucedida a Rafael Gómez El Gallo en Valladolid. Antiguamente, se tenía por práctica habitual anunciar seis toros para dos toreros.
Habiendo matado El Gallo el primero de su lote, no había tenido el ilustre torero mucha suerte y su actuación había sido más bien gris. En esto que un espectador comenzó a increparle duramente a la muerte del toro y gritaba:
– A la cárcel, a la cárcel con El Gallo…
A lo que Rafael, consciente de que aún le quedaban dos toros encerrados, respondió:
– A la cárcel… ¡qué más quiesese yo con lo que me queda ahí dentro!