“Soñé que me encontraba en el confesionario rodeado de muchos jóvenes que se iban a confesar conmigo. De repente entró un cabrito por la puerta de la sacristía y empezó a jugar con los jóvenes y a alejarlos del confesionario, de manera que muchos habían pensado confesarse desistieron de la confesión y se salieron de la Iglesia. El cabrito tuvo el atrevimiento de acercarse hasta mí y de tratar de alejar de la confesión a quienes estaban ya muy cerca del confesionario.
Yo disgustado le di un fuerte puñetazo, le partí un cuerno y lo hice salir corriendo.
Luego soñé que me revestía para celebrar la Santa Misa y que al empezar el santo sacrificio entraba en la Iglesia una multitud de cabritos, y que en el momento de la comunión los cabritos se fueron de banca en banca distrayendo a los alumnos para que no pasaran a comulgar. Y consiguieron que muchos no comulgaran.
Estos cabritos son los enemigos del alma que con distracciones y afectos desordenados alejan a las personas de la confesión y de la comunión”.