Estaba hospedado en la casa del Sr. Obispo de Cúneo y tuve allá el siguiente sueño: “Me pareció estar viendo jugar en el patio a un gran número de jóvenes con entusiasta animación. Esto me alegraba mucho porque cuando los jóvenes juegan con toda su alma entonces el demonio tiene poca ocasión para atacarlos.
Pero de pronto se hizo un profundo silencio y apareció en la puerta un monstruo horriblemente feo que caminaba con la cabeza baja y como preparándose para lanzarse al ataque.
Enseguida aparecieron por el patio muchos monstruos como el anterior pero más pequeños, y los muchachos fueron quedando acorralados contra las paredes y muchos jóvenes quedaron tendidos por tierra y como muertos.
Ante aquella escena tan dolorosa lancé un grito tan fuerte que me desperté, y se despertaron también el señor Obispo y sus familiares y su vicario, asustados ante semejante grito.
Yo creo que ese monstruo es el demonio o el pecado y que sus compañeros son las tentaciones y deseo de hacer el mal.
Contra estos enemigos les aconsejo dos remedios: la comunión bien hecha y visitas frecuentes a Jesús en la Santa Eucaristía en el Templo.
¿Quieren que el Señor les conceda muchos favores? Visítenlo frecuentemente en el Templo. ¿Quieren que sean pocos los favores que les concede? Pues entonces visítenlo pocas veces. ¿Quieren que el demonio los asalte? Pues dejen de visitar a Nuestro Señor en el Templo. ¿Pero desean que el espíritu del mal huya de ustedes? Visiten frecuentemente a Jesús en la Eucaristía. La visita al Santísimo Sacramento es un medio muy valioso y muy necesario para alejar y vencer a los enemigos del alma.