“La oración es la elevación de la mente a Dios, o la súplica a Dios de los bienes convenientes. Así pues ¿cómo oró el Señor sobre Lázaro y en el momento de la Pasión? En efecto, su santa mente no necesitaba elevarse a Dios, pues estaba unida hipostáticamente a Dios Verbo, ni tampoco necesitaba su súplica alguna.
Cristo es uno, pero al haberse apropiado de nuestra forma se hizo ejemplo para nosotros: nos enseñó a suplicar a Dios, a tender hacia Él. Rezaba para servirnos de guía en la elevación hacia Dios”.
Padre te doy gracias porque me escuchaste. Yo sé que tú siempre me escuchas, pero a causa de la turba presente lo dije, para que conozcan que tú me has enviado” (Jn 11, 41-42)
(San Juan Damasceno, Exposición de la fe, n.68. Sobre la oración del Señor)