“…Para venir a aquella oración y contemplación alta (…), es menester mucha mortificación de nuestras pasiones (…). Dice Blosio que el que quiere llegar a un grado muy excelente del divino amor, y no procura con gran diligencia corregir y mortificar sus vicios y desechar de sí el desordenado amor de las criaturas, es semejante al que estando cargado de plomo y de hierro, y teniendo atadas las manos y los pies, quiere subir a un árbol muy alto”.
(P. Alonso Rodríguez, “Ejercicio de perfección y virtudes cristianas”)