Lo que uno puede llegar a ver…
Erase un buen hombre tremendamente miope. Para leer pegaba el libro al ojo: “leía por frotación”
Al fin, fue a un oculista. Le pusieron unas gafas gordísimas. Con ellas ya podía leer sin sobar el libro. Y, al hablar de su nueva visión, decía: “Estoy viendo cosas que nunca había visto ni creía que existiesen”.
A lo Cristóbal Colon: estaba descubriendo un nuevo mundo.
Al fin, fue a un oculista. Le pusieron unas gafas gordísimas. Con ellas ya podía leer sin sobar el libro. Y, al hablar de su nueva visión, decía: “Estoy viendo cosas que nunca había visto ni creía que existiesen”.
A lo Cristóbal Colon: estaba descubriendo un nuevo mundo.
Continúa la anécdota con una reflexión…
¡Cuantas veces tenemos una visión miope de la realidad!. La fe nos lleva a descubrir un mundo nuevo, lleno de color y de alegría.
La vida de fe nos lleva a ver la realidad. La visión miope no es real; es deformada.
Las cosas –la vida- son como son a los ojos de Dios. Son, por tanto, como son a la luz de la fe. La visión sin fe es una visión truncada.
Vale la pena cuidar y cultivar “la vista”.
La vida de fe nos lleva a ver la realidad. La visión miope no es real; es deformada.
Las cosas –la vida- son como son a los ojos de Dios. Son, por tanto, como son a la luz de la fe. La visión sin fe es una visión truncada.
Vale la pena cuidar y cultivar “la vista”.
Agustín Filgueiras Pita. Sacerdote.