Frase del libro Los bienes de este mundo de Irène Némirovsky:
¡Con qué delicadeza apartaban de su camino lo que les desagradaba!
Esos primeros días la gente no pensaba sólo en sí misma; el prójimo también contaba, y eso ayudaba a vivir.
Qué poco se requiere para desviar la vida en determinada dirección.
Los acontecimientos futuros nacían en la sombra.
Las cosas se arreglarán, porque en la vida siempre acaba estableciéndose una especie de modus vivendi, un acomodo de la desgracia, que es lo único a lo que racionalmente puede aspirarse.
Una unión en la que el corazón no tiene la última palabra es una caricatura del amor conyugal.
Cuando el peligro (arrostrado por otros) no mata de angustia a un viejo, lo rejuvenece, le da fuerzas. Seguramente, porque siente que ya no es el único amenazado por la muerte: entre él y el resto del mundo se ha restaurado la igualdad.
La fuerza de las frases sencillas y, sobre todo, de una voz serena.