«¿Ejerces la cura de almas? No olvides por eso el cuidado de ti mismo, y no te entregues a los demás hasta el punto de que no quede nada tuyo para ti mismo. Debes tener ciertamente presente a las almas, de las que eres pastor, pero sin olvidare de ti mismo.
Comprended, hermanos, que nada es tan necesario (…) como la meditación que precede, acompaña y sigue todas nuestras acciones (…) Si administras los sacramentes, hermano, medita lo que haces. Si celebras la Misa, medita lo que ofreces. Si recitas los salmos en el coro, medita a quién, y de qué cosas hablas. Si guías a las almas, medita con qué sangre han sido lavadas; y todo se haga entre vosotros en la caridad.
Así podemos superar las dificultades que encontramos cada día, que son innumerables. Por lo demás, esto lo exige la misión que se os ha confiado, Si así lo hacemos, tendremos la fuerza para engendrar a Cristo en nosotros, en los demás.»
(S. Carlos Borromeo, citado por Juan Pablo II: Exhortación Ap. “Pastores dabo vobis”, n. 72)