“Este es vuestro deber: dar gracias a Dios en vuestras oraciones, tanto por los beneficios que sois conscientes de haber recibido, como por los que habéis recibido de Dios sin saberlo. Dadle gracias tanto por los favores que le habéis pedido, como por los que os ha hecho a pesar de vosotros mismos. Dadle gracias tanto por el cielo en el que os promete la felicidad, como por el infierno del que os libra. En una palabra, dadle gracias por todo, aflicciones y alegrías, calamidades y felicidad”.