“Algunas veces me da vergüenza, y pienso: ¿no será tentar a Dios, ahora que en cuanto se reúnen cinco o seis cristianos riñen y se pegan? Los hijos de esta gran familia, en cambio, se quieren; y cuando traen a otros que no son de la familia, enseguida se les pega la locura divina: locura de paz, de comprensión, de convivencia, de amor, de disculparse, de quererse… En el Opus Dei -lo reconoció en un solemne documento la Santa Sede, hace muchos años- somos sembradores de paz y de alegría. Por eso vuestras casas son y deben ser hogares luminosos y alegres. Si acaso se encuentra alguna excepción, es que no os comportáis como debéis. De modo que examinaos, corregíos, y ¡adelante!”
(Hogares luminosos y alegres)