El 17 de noviembre Don Bosco recomendó a los jóvenes que hicieran bien el retiro mensual porque uno de ellos ya no estaría vivo para el retiro del mes siguiente. Durante dos días los jóvenes pasaron a confesarse con él, muy impresionados por ese anuncio.
El 19 de noviembre el Padre Berto, su secretario, le preguntó al Santo cómo lograba saber cuánto lograba saber cuando iban a morir sus alumnos, para avisarlo con tanta precisión. Él respondió: – En sueños veo a nuestros alumnos y enfrente de cada uno veo un camino. El camino que está en frente de algunos es muy largo y tiene escrito el número que indica los años que va a vivir. El camino de algunos es menos largo y el de otros son muy cortos. De un momento a otro veo que el camino de algún joven se acaba y el que va por ese camino cae muerto.
Veo que el camino de algunos está lleno de trampas de los enemigos de la salvación y que el camino de muchos es más corto de los que se imagina la gente.
Últimamente vi que delante de un joven ya no había camino y que enfrente de él estaba escrito el número de este año en que estamos. Por eso les avisé que antes de 40 días, uno de los nuestros ya no estará vivo en la tierra, porque eso es lo que falta para que termine este año.
Observación: ¿Cada uno de nosotros debería pensar qué tan largo será el camino que tiene enfrente? Y decir las palabras del Salmo 90: “Señor ayúdanos a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón prudente”.
Un anunció que no se cumplió exactamente.
Pero sucedió que un alumno del Oratorio estaba gravemente enfermo y no murió en aquel diciembre, sino en enero del año siguiente. Los jóvenes preguntaron a Don Bosco por qué en esta ocasión su anunció no se había cumplido exactamente, y él les respondió: – Es que este joven no quiso confesarse en todo diciembre. Y rezamos a Dios para que le diera un plazo más. Y al fin se confesó conmigo y pudo morir tranquilamente y perdonado. Pero eso sucedió ya en enero. Se retardó la muerte anunciada para que se consiguiera su conversión.