«Si no quieres perder la caridad según Dios, no dejes que tu hermano se vaya a descansar entristecido por ti y tú no te vayas a descansar entristecido por él; sino ve, reconcíliate con tu hermano y, volviendo, ofrece a Cristo con conciencia pura y mediante una ferviente oración, el don de la caridad».
(Máximo el Confesor, Primera centuria sobre la caridad, n.53)