“Madre mía: a estos hijos y a mí, danos el don bendito de la humildad en la lucha, que nos hará sinceros; la alegría de sentirnos tan metidos en Dios, endiosados. El gozo sacrificado y sobrenatural de ver toda la pequeñez -toda la miseria, toda la debilidad de nuestra pobre naturaleza humana con sus flaquezas y defectos- dispuesta a ser fiel a la gracia del Señor, y así ser instrumento para cosas grandes”
San Josemaría