“Las “amistades particulares son (…) grande seminario de envidias y de sospechas, y aún de odios y enemistades; y más, son causa de que haya divisiones, corrillos y aliados, que es la peste de la Religión; porque allí descubre uno sus tentaciones, otros sus juicios, éste sus quejas, aquél otras cosas secretas, que se habían de callar; allí hay murmuraciones y calificaciones del uno y del otro, y algunas veces del superior; allí se pegan unos a otros las faltas, de modo que cada uno saca las del otro en pocos días; y finalmente, son causa estas amistades de que se quebranten muchas reglas, y de que haga uno muchas cosas que no debe, por corresponder con su amigo, como lo experimentan bien los que las tienen.”
(P. Alonso Rodríguez, “Ejercicio de perfección y virtudes cristianas”)