El Apóstol San Pablo dice (1 Cor., 15, 10): He trabajado más que todos. No dijo: He hecho más fruto que todos, porque sabía muy bien, como quien había sido enseñado de Dios, que cada uno recibirá el premio y galardón conforme a su trabajo (1 Cor., 3, 8) no conforme al suceso o fruto que se hiciere; y por eso se gloría el Apóstol en sus trabajos y no en el fruto. Y así dijo también en otra parte (2 Cor., 11, 23): Me he visto en más trabajos que ellos. Pues así haz tú lo que es de tu parte; planta, riega, labra y cultiva la viña del Señor y con esto habrás cumplido con lo que está a tu cargo.
El crecimiento y fruto no está a tu cuenta, el Señor lo dará cuando Él fuere servido; y si por ventura no quisiere darlo, tú ninguna cosa perderás por eso, pues dice la Escritura (Sab., 10,17): Dio el Señor a los justos el premio de sus trabajos; porque Dios paga y da el premio y galardón a cada uno conforme a sus obras y trabajos, y no conforme al suceso y fruto que se sigue.
¡Oh dichoso y seguro trabajo, que no se disminuye ni menoscaba con ningún suceso que acontezca: aunque ningún fruto se haga, aunque nadie se convierta ni enmiende, tú tendrás tu galardón tan lleno y tan cumplido, como si se convirtieran muchos y se hiciera grande fruto!
Esto he dicho, dice San Bernardo, sin perjuicio de la bondad y omnipotencia de Dios; porque aunque más endurecido esté el corazón del pueblo, poderoso es Dios para hacer de piedras y corazones empedernidos, hijos de Abrahán (Mt, 3, 9). Y ¿quién sabe si lo hará? ¿Quién sabe si volverá Dios aquellos sus ojos de misericordia y perdonará y nos dejará su bendición?
(P. Alonso Rodríguez, «Ejercicio de perfección y virtudes cristianas«)