“Quered al Niño y dadle besos. No un beso de simple sentimiento, sino una caricia que lleva consigo toda nuestra vida; que nos empuja a luchar en lo que debemos luchar, para presentarle toda nuestra existencia y hacer de ella una auténtica manifestación de amor. ¡Cuidad mucho al Niño! Cuando le beséis en la cuna, hacedlo con toda vuestra vida y decidle: Señor, ¡cómo querría tener el alma y el cuerpo limpios, para ser de verdad una persona digna de besarte! Llevadle también, al mismo tiempo, toda la Obra: a vuestras hermanas y a vuestros hermanos. Señor, venimos a quererte todos juntos; haznos descubrir el modo de tratarte más y mejor, de ser amigos tuyos más íntimos, de estar a tu lado”.
San Josemaría