En una ocasión, un obispo, a quien había recibido Juan Pablo II, le preguntó que cómo era su día. El Papa comenzó a describirle toda su actividad, desde que se levantaba a las 5.30 hasta el momento de acostarse, a eso de las 11.30: oración, Santa Misa, despachos, audiencias, etc…
Al terminar, el Obispo le preguntó:
- ¿Y no tiene algún tiempo libre?
A lo que el Papa le contestó:
- Todo mi tiempo es libre.