Tolstoi narra en uno de sus cuentos la historia de un zapatero que, al regresar del trabajo la noche de Navidad, encontró a un hombre andrajoso en la puerta de la iglesia. Se compadeció de él y decidió llevarlo consigo a casa. Pero su mujer no le recibió muy bien. ¡Era la noche de Navidad! No contaba con él. La mujer se enfadó, y a medida que multiplicaba sus asperezas, el desconocido se iba haciendo cada vez más pequeño y de peor aspecto. A cada palabra hiriente, su rostro se arrugaba más y más.
Pero la mujer, que era una buena mujer, cambió de actitud: ¡era Nochebuena! Y dio de comer al mendigo y comenzó a tratarle con amabilidad. Entonces, el desconocido empezó a crecer en tamaño y hermosura. Cada vez tenía mejor aspecto.
Explica el autor que el desconocido era un ángel que había caído del Cielo, y que por eso no podía vivir más que en una atmósfera de bondad y amor.