“Una mujer de la campiña francesa tenía escondido durante la guerra a un comunista chino que trataba de hacerla perder la fe. Usted es un sabio, contestaba ella, usted ha estudiado, yo no sé más que una cosa y es que Jesús nos ha dicho que amemos a los hombres como Él les amo.
Cierto día, unos fugitivos, comunistas también, perseguidos por el avance hitleriano, pidieron asilo a esa mujer. Ella les dio su propio cuarto y se fue a dormir el pasillo. Había sacado para ellos toda la ropa de cama que tenía; de madrugada, se fueron sigilosamente llevándosela toda. El chino estaba indignado y observaba a la campesina. Ésta no había tenido un solo movimiento de cólera. “Ah!, dijo el chino, yo me hago católico.” Actualmente es sacerdote; ¡a causa de la acción de una mujer!