La puerta de Belén.
Hay en la basílica de Belén una puerta –la única de acceso al templo- que se ha convertido en todo un símbolo:
Durante el tiempo de las Cruzadas no era infrecuente que los soldados musulmanes irrumpiesen en el templo con sus caballos acometiendo a fieles y sacerdotes. Se tapió la gran puerta para impedirlo y se dejó como única entrada un portillo de poco más de un metro de altura. Aún hoy hay que entrar a la iglesia por esa puerta, agachándose,
aniñándose.
Después de la anécdota, la reflexión…
«Hay que acercarse a esa página evangélica: aniñándose. (Aniñándose, no abobándose. Porque en la historia de la Iglesia siempre han llamado bobos a los santos y santos a los bobos). Belén es un lugar no apto para mayores, una auténtica fiesta de locos».
(José Luis Martín Descalzo).
El amor hace cosas así. Como decía Pascal: «El corazón tiene razones que la razón no entiende».
El amor nos desconcierta. ¿Cómo no va a desconcertarnos cuando quien ama es Dios?