Triste está Mi alma hasta la muerte…
Atended y ved si hay dolor semejante a mi dolor…
Yo a favor tuyo, azoté a Egipto, y tú me entregaste para ser azotado.
Tened piedad de Mí, al menos vosotros Mis amigos….
1º- Ataron Mis pies con una cuerda y me arrastraron debajo de una escalera de un sótano pestilente e inmundo;
2º- Me quitaron la ropa y agujerearon mi Cuerpo con puntas de hierro;
3º- Ataron mi Cuerpo con una cuerda y me arrastraron por dentro del sótano;
4º- Me colgaron de una viga, donde me dejaron hasta que me deslicé y caí a tierra, este sufrimiento hizo salir de Mis ojos lágrimas de sangre;
5º- Me amarraron a un poste y me martirizaron con toda clase de armas perforando mi Cuerpo; me tiraron piedras y me quemaron acercándome a las brasas de la hoguera con teas encendidas;
6º- Me agujerearon con punzones y desgarraron Mi piel, Mi carne y Mis venas;
7º- Me amarraron a un pilar, Mis pies yaciendo sobre hierro incandescente;
8º- Me pusieron una corona de hierro y me vendaron los ojos con trapos malolientes;
9º- Me sentaron sobre una silla guarnecida con clavos puntiagudos que clavaron en Mí cuerpo profundísimos huecos;
10º- Rociaron mis Llagas con brea y plomo herviente y me hicieron caer de la silla;
11º- Para mi tormento y Mí vergüenza, me hundieron agujas y hierros puntiagudos en los huecos de Mí barba arrancada;
12º- Me echaron encima de una cruz, sobre la cual me amarraron tan fuerte y duramente que estuve a punto de quedar sofocado;
13º- Hollaron Mi cabeza cuando yacía por tierra; uno de ellos, al poner su pie en Mí pecho, hundió una punta de Mí corona a través de Mí lengua;
14º- Me llenaron la boca con las más asquerosas suciedades;
15º- Profirieron raudales de injurias infames, me amarraron las manos a la espalda, me condujeron a golpes fuera de la cárcel, y me azotaron.
Y Jesús continuó:
“¡Hija mía, querida! Te pido que hagas conocer a muchas almas Mis quince sufrimientos y dolores secretos, con el fin de que sean contemplados y honrados. El día del Último Juicio, concederé la Eterna Felicidad a aquéllos a quienes con amor y recogimiento, me ofrecieron cada día uno de Mis sufrimientos agregando piadosamente la siguiente oración:
«Esperé que alguien se compadeciera de Mí y no hubo nadie; alguien que me consolara y no lo hallé»
Salmo 69-21