“Manuel llevaba meses sin que le movieran de la cama, en el segundo piso del “pabellón de sucios”. ( … ) Un enfermero se percató de que Manuel, en su forzada postura, sólo podía contemplar la desnuda pared de enfrente con la ventana, y encuadrado por ella, un rectángulo de cielo. Propuso acercar la cama al ventanal y colocando un espejo inclinado permitir a Manuel que pudiese ver lo que ocurría en el patio, y tener así alguna distracción. Interrumpió Manuel: Por favor, no se moleste, no hace falta. Dios es tan bueno que hace que de vez en cuando vea pasar un pájaro.”