“Señor mío, yo confieso que para ser del todo asno no me falta más que la cola; si vuesa merced quiere ponérmela, ya la daré por bien puesta, y le serviré como jumento todos los días que me quedan de mi vida. Vuesa merced me perdone y se duela de mi mocedad, y advierta que sé poco, y que si hablo mucho, más procede de enfermedad que de malicia; mas “quien yerra y se enmienda, a Dios se encomienda”