Cuentan que un hombre caminaba por un larga calle de piedra. Este hombre cargaba un saco con rocas del río para hacer un arreglo en su casa a varios kilómetros.
En ese momento un camión le alcanzó y ofreció llevar, pero dado que los asientos de adelante iban ocupados, debería ir en el cajón. Para el hombre no hubo problema en aquel acuerdo y subió al auto. El hombre que conducía notó, viendo por el espejo, que aquel hombre a pesar de ir en el cajón del auto, continuaba con su saco a cuestas, y así lo hizo hasta llegar a su casa.
Saben, nosotros nos parecemos al hombre de esta historia.
Tenemos cargas, dolores, penas, rencores o malos recuerdos en nuestras vidas. Llega Jesús y nos ofrece ayuda y la aceptamos, pero seguimos cargando aquello a pesar de la ayuda. Confiamos y no confiamos, creemos pero dudamos, aceptamos pero condicionamos. Dios no tiene límites, y si bien es cierto, parece tonto lo que el hombre de la historia hizo, es lo que muchos hacemos diariamente. Por eso muchos que dicen confiar en Jesús no sienten su carga liviana y no parecen tener descanso.
Entrega tus penas a Jesús, y deja de cargarlas en este día, te sentirás mejor y Jesús estará encantado en ayudarte.