Dejar que Dios se luzca
Al recordar a Beethoven sus amigos la época de su juventud y los deseos de gloria sentidos por él, el gran músico exclamó:
“¡Qué insensatez! Jamás he pensado en escribir por conquistar fama ni gloria. Lo que llevo en mi corazón tiene que salir. Por eso he escrito y escribo”.
Esas palabras de Beethoven son el marco del siguiente comentario…
Damos gloria a Dios en la medida en que nos enriquecemos, nos mejoramos, nos acercamos a Dios y nos llenamos de Él.
El maestro brilla si el alumno aprende. El médico se luce cuando el paciente se cura. El bien del alumno glorifica al maestro. Como la mejoría del enfermo es lucimiento para el médico. Los mejores cuadros de un pintor son los que más le honran.
El bien del hombre glorifica a Dios. Dar gloria a Dios no exige fastidiarse. Exige enriquecerse, llenarse.
La gloria de Dios y el bien del hombre corren parejos.
Agustín Filgueiras Pita. Sacerdote