La Orden de la Inmaculada Concepción fue fundada por Santa Beatriz de Silva en 1489, en la ciudad de Toledo (España), teniendo su razón de ser en la Iglesia en la contemplación del misterio de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, y en el empeño por imitar y reproducir sus virtudes.
La Regla de la OIC centra la existencia de las monjas en tres pilares: la vida monástica íntegramente contemplativa; la vida según el Evangelio, ocupando siempre el centro el desposorio con Jesucristo Redentor; y la vida en honor e imitación de la Inmaculada Virgen María.
Las monjas Concepcionistas Franciscanas se desposan con Jesucristo, a honra de la Inmaculada Concepción de su Madre, prometiendo vivir siempre en obediencia, pobreza, castidad y en perpetua clausura. En compañía de María Inmaculada, las Concepcionistas Franciscanas permanecen en un mismo espíritu de oración, conscientes de que esto es lo único necesario, realizando de esta manera la misión que tienen en la Iglesia, siendo en ella fuente de gracias celestiales.