Querido Padre José,
Sé que mis palabras no pueden abrazarte como mi corazón desearía en este momento. La ausencia de tu presencia física es un peso que siento profundamente. Tu amor, tu guía y tu ejemplo han sido mi sostén a lo largo de los años.
Tu partida ha dejado un vacío en mi existencia terrenal, pero también sé que tu espíritu perdura en mí. Tus enseñanzas, tu paciencia y tu dedicación han moldeado mi camino en esta vida. Cada lección que impartiste resonará eternamente en mi corazón.
Recuerdo los días en el taller, el sonido de nuestras risas y el valor de tus consejos. Tus palabras sabias aún resuenan en mis momentos de reflexión y tus actos de bondad perduran como un faro de luz en este mundo.
Aunque no estés físicamente a mi lado, siento tu presencia en cada paso que doy. Tu fe inquebrantable y tu amor por Dios son mi inspiración constante en mi camino hacia el cumplimiento de mi propósito divino.
Te honro con cada acción que emprendo, sabiendo que tu legado vive a través de mí. Tu sabiduría y amor perduran en cada vida que toco, extendiendo el amor que tú me enseñaste a compartir.
En este tiempo de separación física, encuentro consuelo en la fe que compartimos. Sé que nos encontraremos nuevamente en el abrazo eterno de nuestro Padre celestial.
Hasta entonces, mi amado padre, lleva contigo el conocimiento de que tu amor sigue siendo mi fuerza y tu legado mi guía. Descansa en paz, sabiendo que tu influencia continúa viviendo en cada latido de mi corazón.
Con amor y gratitud eterna, Jesús