“La calidad de la oración personal está evidentemente condicionada por lo que se vive fuera de los ratos de oración. No podemos unirnos a Dios en los tiempos de oración si no buscamos estar unidos a Él en el resto de nuestras actividades: realizarlas en su presencia, buscando agradar y hacer su voluntad, confiarle las opciones y las decisiones, dejarnos guiar por la luz del Evangelio en todo lo de nuestra vida, actuar con amor desinteresado…”