En un estudio realizado sobre los mártires de la guerra civil española en Valencia, que son más de 260 canonizados, se ha llegado a una curiosa coincidencia:
hay entre ellos, personas de muchas condiciones y oficios diferentes, aunque abundan clérigos. Unos murieron a tiros, otros de hambre; otros quemados, troceados, despeñados; en público y en secreto; en la ciudad y en los pueblos…
Pero hay algo común a TODOS ellos: todos murieron perdonando.
Y es que el perdón lo pone Dios en las corazones… (continúa la anécdota)
EL PERDÓN ES UN REGALO.
Es un acto de amor desinteresado en el que nos damos un regalo de paz interior a nosotros mismos y le damos un regalo de misericordia ofensor, sin esperar nada a cambio. No exije reciprocidad y, por eso mismo, perdonamos al otro aunque creamos que él no se lo merezca o no haya hecho nada para ganarse nuestro perdón, tal como lo hizo el Papa Juan Pablo II con Ali Acfa quien intento matarlo. Sencillamente decidimos perdonar porque sentimos muy adentro que Dios nos da fuerzas, que el resentimiento nos asfixia y que al hacerlo ganamos todos.
EL PERDÓN ES UNA ACTITUD. Es un buen hábito que adquirimos con la práctica y que nos permite tomar el control de nuestras emociones, en lugar de deja que ellas nos manejen a nosotros. Al perdonar usamos nuestra libertad para aceptar la responsabilidad de lo que hacemos y lo que sentimos, conscientes de que nuestras reacciones no son imposiciones sino elecciones. Toda emoción es una opción y la podemos conocer y controlar con inteligencia emocional. Podemos ver al otro como un facineroso, un animal, una bestia, o un monstruo o lo podemos ver como un ser sin amor, sin oportunidades, inseguro, amenazado y lastimado. Cuando María Fida Moro fue a la cárcel y dio un abrazo de perdón a los terroristas de las Brigadas Rojas que habían descuartizado a su padre dijo que ellos no eran » los monstruos que mostraba la prensa sino dos seres humanos que se habían equivocado.
EL PERDON ES UNA EXPERIENCIA DE LIBERACIÓN. El perdón nos saca de la cárcel del odio y rompe las cadenas del rencor. El perdón nos brinda señorío y control sobre nuestra vida, nos da alas para volar y nos lleva a saborear el presente sin el veneno del pasado. Cuentan que dos judíos que salieron libres del campo de concentración, se volvieron a encontrar después de varios años. Y sostuvieron este dialogo: – ¿tú perdonaste a los nazis todos sus maltratos, sus abusos y sus torturas? – sí, hace tiempo los perdoné todo eso para mí ya pasó y ahora estoy en paz. – pues yo no, todavía los odio con toda mi alma. -¡ que lástima! Todavía te tienen prisionero
EL PERDÓN ES UNA SANACIÓN. El perdón da vida y salud así como el rencor enferma y mata. El odio puede coadyuvar al surgimiento de un cáncer o un infarto. Muchas investigaciones han comprobado los terribles efectos del rencor y el resentimiento en la salud integral de las personas. H. Friedman y S.Kewley, publicaron una en American Psycologist en 1987 que reúne los resultados de 101 estudios sobre emociones tóxicas. Se muestra allí que » las personas que experimentan ansiedad crónica, prolongados períodos de tristeza y pesimismo, tensión continua u hostilidad incesante, rencor u odio, tienen el doble riesgo de contraer una enfermedad, incluidas asma, artritis, dolores de cabeza, úlceras y problemas cardiacos. El grado de riesgo es tan dañino como el cigarrillo, el licor o el colesterol elevado «. Perdonar es abrirse a una sanación interior con el poder de Dios y a la sanación física.