Impresionante lealtad.
El rey de Inglaterra Ricardo Corazón de León emprendió, en 1189, una cruzada a Palestina. Salió un día de caza con algunos caballeros y cayeron en una emboscada. Lucharon bravamente, pero de nada les sirvió ante el número de enemigos que les atacaban. Murieron todos sus acompañantes menos uno, Guillermo de Pourcellet. Este, deseando salvar a su rey, gritó:
• ¡Yo soy el rey!.
Los sarracenos abandonaron al rey Ricardo y le prendieron a él. Le llevaron ante el sultán Saladino y allí se descubrió su trampa. Pero Saladino, impresionado por aquel rasgo de fidelidad, admitió su rescate a cambio de diez soldados suyos prisioneros de los cristianos.
Continúa la anécdota histórica con un brevísimo comentario…
No es extraño que impresionase a Saladino semejante lealtad y amistad. Jesucristo nos ha dicho: «Nadie da mayor prueba de amor que aquel que entrega la vida por sus amigos» (Jn. 15, 13). Y también nos dijo: «A vosotros os llamo amigos» (Jn.15,14 – 15). ¡Qué concepto de la amistad debe tener Jesús!. No sé si soy capaz de valorar lo que supone que Jesús me considere «su amigo».
Agustín Filgueiras