El sacerdote Luis de Moya, falleció en Pamplona a los 67 años el 9 de noviembre del 2020, fue un decidido defensor de la vida humana desde la fecundación hasta su fin natural. Participó en diversos programas de radio y televisión, donde realizó la defensa de toda vida humana.
Biografía de Don Luis de Moya:
Nací en Ciudad Real (España) el verano de 1953 y soy el mayor de ocho hermanos.
En 1971 comencé los estudios de medicina en Madrid. Al año siguiente pedí la admisión en el Opus Dei. Entre 1975 y 1978 fui secretario del Colegio Mayor Moncloa, obra corporativa del Opus Dei en Madrid.
Acabé medicina, y a finales de 1978 marché a Roma para estudiar Teología. En agosto del 81, vuelto a España, recibí la ordenación sacerdotal.
En 1982 terminé la licenciatura en Derecho Canónico mientras trabajaba como capellán en un colegio de enseñanza media y viajaba semanalmente a Logroño desde Pamplona para atender, entre otras labores pastorales, una Escuela Familiar Agraria.
En 1983 defendí la tesis doctoral en Derecho Canónico titulada «La ‘potestas clavium’ y el ministro de la Penitencia en el siglo XII».
En 1984 fui nombrado secretario del Consejo de Capellanía de la Universidad de Navarra -encargo que mantuve durante tres años- y capellán de la Escuela de Arquitectura. Ese mismo año empecé a atender espiritualmente, junto con otros sacerdotes, el Colegio Mayor femenino Goroabe.
En abril de 1991 sufrí un accidente de tráfico a consecuencia del cual quedé tetrapléjico.
En diciembre de 1996 salió a la calle «sobre la marcha«, con mis experiencias y reflexiones a raíz del accidente, del que se han publicado cinco ediciones en castellano y una en francés, portugués e italiano.
Dejamos un extracto del libro:
Nunca había pensado escribir este libro. Con no poco esfuerzo, como suele suceder, redacté mi tesis doctoral en Derecho Canónico dos años después de ordenado sacerdote y estaba convencido de que con aquello se habían terminado mis trabajos «serios» de redacción. Lo mío sería, en todo caso, preparar guiones para hablar con cierto orden pero sin leer exactamente lo que tuviera delante. Sin embargo, a los tres años del accidente que me dejó tetrapléjico, comencé a pensar en la posibilidad de poner por escrito mi visión acerca de cómo me han ido las cosas tras el golpe y, sobre todo, de cómo estoy y cómo me siento. Ya había redactado antes algo, muy breve, a petición de la doctora de Castro: para manifestar mi estado de ánimo y el modo en que había acusado algunas circunstancias del proceso de recuperación. No pretendía en aquellos momentos materializar en un libro mis consideraciones, sino cumplir únicamente una indicación médica.
El sentido de aquel primer texto se me fue desvelando poco a poco, al ir entendiendo la nueva situación en que me encontraba, las dificultades que en adelante iba a tener en la vida y lo que suponía querer de verdad recuperarme al máximo, dentro de mis posibilidades. Me pareció captar entonces que escribir lo que se me pedía era importante, entre otras razones, por ser un aspecto más del tratamiento, encaminado a lograr la máxima normalidad posible. Sería, a la vez, un sistema diagnóstico y un modo de asegurar mi salud, sobre todo mental.
Y aquel primer esbozo no fue más allá. Más tarde, el capellán de la Clínica Universitaria me pidió que escribiera algo sobre el dolor. Se trataba de enviar una comunicación para un congreso sobre el dolor en la sanidad y la influencia que tiene un planteamiento cristiano de la vida en el sufrimiento de los enfermos. Fueron tan sólo media docena de folios, pero supusieron el comienzo de la presente historia.
He escrito este libro poco a poco. Se podría decir que en los ratos libres. Según las circunstancias, dicto o escribo yo mismo, con un sencillo sistema adaptado al ordenador que me consiguió Ignacio, buen amigo experto en informática. Con él puedo mover el ratón a distancia con la cabeza y pulsarlo con leves soplidos. Un programa me representa el teclado en la pantalla y con el ratón puedo pulsar las teclas. En cualquier caso, ha resultado una tarea lenta. He tenido que corregir bastante, pues tengo poco hábito en la escritura. Además, he dejado leer la primera redacción a dos personas, para que me sugirieran correcciones. Ambas tienen mucho interés en que yo sea el único autor y que su papel se limite a «enseñar al que no sabe», pero sólo lo que no sabe.
Casi siempre me he propuesto narrar aspectos puntuales de las situaciones vividas. Con frecuencia se trata de impresiones muy subjetivas: cómo me siento, qué me parece lo que sucede o qué dicen los demás personajes que intervienen en esta historia. Se trata de mi punto de vista, pero no puede ser de otro modo. He procurado ser lo más objetivo posible, pero no he podido evitar mi modo de ver las cosas, aunque haya tratado expresamente de separar lo que me va sucediendo de lo que siento en cada caso. Quedan en el aire a veces, como sobreentendidos, aspectos de mi vida no poco importantes –sobre el Opus Dei, por ejemplo–, necesarios para hacerse cargo del todo de esta historia. Ya existe abundante literatura sobre las principales lagunas que, sobre la Obra, puedan notarse al leer estas páginas.
Para que tenga sentido esta narración resulta imprescindible que sea verdadera. No he pretendido ocultar nada. En ocasiones, la situación que describo es de suyo bastante cruda. Para evitar que a alguno le resulte molesta su lectura he procurado utilizar expresiones y términos inteligibles pero suficientemente delicados: no me interesa el morbo.
Continuar con la historia de Luis de Moya http://www.fluvium.org/textos/documentacion/sobrelamarcha.htm