¿Y tú has perdido a alguien?
No precisamente por llevar cara de viudo, pero por las extrañas leyes de la naturaleza un niño de ocho años me paró en el colegio y me preguntó: ¿A ti se te ha muerto alguien? Antes de que le pudiera contar una de las muchas historias de mis buenos amigos que ya no están con nosotros el alumnito me dijo: ¿Qué pasa cuando dejas de respirar? Mi abuelito dejó de respirar ayer…
Todos buscamos respuestas sólidas. Ni calabazas con velas, ni brujildas, ni tarots: que si hay otra vida… Sabemos que nos jugamos mucho.
sigue con descalabatización? del día de los muertos…
La tradición del día de muertos, 2 de noviembre. Lo nuestro ¿Por qué perderlo?
por Tomas Bermúdez Izaguirre
Ante el multiculturalismo Light del cual son víctimas nuestros jóvenes, y con la negativa influencia pagana-sajona y/o gringa, en lugar de calaveras abundan amarillentas calabazas, y Halloween, desfiles, disfraces alentando el consumismo en el hipermercado, olvidando y renegando de lo nuestro… ¡ por favor, no entierren el día de muertos¡, Jóvenes Volver A Pensar.
La cultura de un pueblo está basada en sus costumbres y tradiciones, la tradición del día de muertos representa una actitud específicamente mexicana ante la muerte, este día 2 de Noviembre «Día de los Difuntos», es un día consagrado a los muertos queridos.
El día de muertos es una tradición que nos han heredado los antiguos mexicanos, y es eminentemente mexicana.
Es extraña y muy característica, la idea, todavía arraigada entre una gran mayoría de mexicanos, de que en el más allá se la licencia a los difuntos para visitar a sus parientes que se han quedado en la tierra, un huésped ilustre, a quien se ha de festejar y agasajar en la forma más atenta.
Dentro de las costumbres Aztecas, al fallecer una persona, le doblaban las piernas en actitud de sentado, afirmaban brazos y piernas atándolos firmemente, en un lienzo acabado de tejer ponían el cuerpo al cual le ponían en la boca una bella pieza de jade que era el símbolo de su corazón, y tendría que darlo a los dioses en su camino a Mictlán, la residencia de los muertos, enseguida cosían el lienzo con el cadáver dentro y ataban encima un petate. En una gran plaza alejada de propósito, preparaban una pira funeraria y situaban encima el cadáver rodeado de las cosas que poseyera en vida: su escudo, espada, etc.
La viuda, la hermana o la madre preparaba tortillas, frijoles y bebidas. Un sacerdote debía comprobar que no le faltara nada y al fin prendían fuego y mientras las llamas ardían, los familiares sentados aguardaban el fin, llorando y entonando tristes canciones. Las cenizas eran puestas en una urna junto con el jade. Los Aztecas creían ser inmortales y la muerte no era más que una forma nueva de vida.
En el mundo Azteca del más allá había 13 cielos y 9 infiernos. Cada uno de los que morían iban a dar según la ocupación que hubiera tenido en vida, todos tenían un más allá de acuerdo con lo que hicieron. Los no clasificados o que morían de muerte natural, iban a Mictlán y sus almas erraban por altas montañas, sufriendo frío y calor hasta alcanzar la mansión del señor de la muerte. En el Mictlán había dos dioses de la muerte: el señor Mictlantecuhtli y la señora Mictecacihuatl. Cuando las almas llegaban al séptimo infierno, como prenda de buena conducta debía dejar la pieza de jade que los vivos habían puesto en su boca.
Al terminar el viaje, quedaban situados en el noveno infierno. En la época precolombina, se conocía el altar de muertos con el nombre de TZOMPAMTLI celebraban este día a la diosa COATLICUE (la madre de los dioses), la diosa que todo lo hace y lo deshace. Colocaban un altar en forma de pirámide el cual era cubierto con papel teñido de diferentes colores, en la primera parte de este, colocaban una imagen de ella y en el segundo nivel; comida, flores, y velas acompañadas con un inciensiario (copal). En el tercer nivel; velas y flores en el piso, sé hacia un camino de follaje, el cual se adornaba con flores y velas en las orillas.
Con la llegada de los españoles, llega el cristianismo, esta doctrina señala al individuo como un ser integrado de cuerpo y alma, por lo que los altares u ofrendad recogen aditamentos de esta nueva religión cómo: santos, Cristo, cruces y algunas frutas que no existían en América.
Ahora el altar es una combinación de la cultura Mexicana con la europea.
Actualmente los tres niveles del altas representan a las tres divinas personas (padre, Hijo, y Espíritu santo). La fotografía o nombre que preside el altar es del difunto venerado, las velas significan los siete pecados capitales y las veladoras son para guiar al difunto a su destino. La flor de cempazuchil es la tradicional flor de muertos, su color es amarillo, denota la fuerza de la luz del sol.
Las naranjas o las frutas con banderas significan la libertad que la muerte da. En el último nivel es colocado un aguamanil con agua, un pedazo de jabón y toalla, los cuales servirán para que el difunto se lave las manos antes de comer así como un espejo para que se refleje. También se reflejan platillos y objetos personales que fueron los favoritos del difunto, los cuales, se cree que llevará a su viaje, todo esto es dedicado a él, en un momento de nada, por lo que se coloca una cruz de ceniza en el último nivel. El color morado se usa en señal de duelo; el camino de follaje es para que el alma del difunto pase por ahí; las velas para que iluminen el lugar; y el copal para alejar a los malos espíritus.
El primero de noviembre se llama día de los angelitos, la creencia es que ese día (día de todos los santos), regresan a las casas donde vivieron las almas de los niños muertos y al día siguiente regresan las almas de los adultos, el tres de noviembre, los familiares se comen toda la comida y cantan el alabado. Se quita el altar.
Ante el multiculturalismo Light del cual son víctimas nuestros jóvenes, y con la negativa influencia pagana-sajona y/o gringa, en lugar de calaveras abundan amarillentas calabazas, y Halloween, desfiles, disfraces alentando el consumismo en el hipermercado, olvidando y renegando de lo nuestro… ¡ por favor, no entierren el día de muertos¡, Jóvenes Volver A Pensar.
Tomas Bermúdez Izaguirre