Se reía Santa Teresa
En el don de ciencia, el Espíritu Santo ilumina la inteligencia del hombre para que juzgue rectamente de las cosas creadas en orden al fin sobrenatural.
Un fruto claro es el desprendimiento de los bienes terrenos.
Es curioso leer el efecto que produjeron en Santa Teresa las joyas que le enseñó en Toledo doña Luisa de la Cerda.
“Cuando estaba ya mala del corazón (…), como era de mucha caridad, hízome sacar joyas de oro y piedras, que las tenía de gran valor, en especial una de diamantes que apreciaba mucho.
Ella pensó que me alegraran.
Yo estaba riéndome entre mí y habiendo lástima de ver lo que estiman los hombres, acordándome de lo que nos tiene guardado el Señor, y pensaba cuán imposible me sería, aunque yo misma lo quisiera procurar, tener en algo aquellas cosas si el Señor no me quitaba la memoria de otras.
Esto es un gran señorío para el alma, tan grande que no sé si lo entenderá sino quien lo posee: porque es el propio y natural desasimiento, porque es sin trabajo nuestro.
Todo lo hace Dios; que muestra su Majestad estas verdades de manera que quedan tan impresas, que se ve claro que no lo pudiéramos por nosotros de aquella manera en tan breve tiempo adquirir”