Quién no ha pasado por una Iglesia y ha visto un cura y fieles dentro, en un acto religioso. Ha sido testigo de que algo ocurría allí…
Una decisión de adentrarse en un acto de religión organizada puede atraer consecuencias inimaginables…
Me contaba Carlos, un universitario madrileño, que le costó Dios y ayuda el traer a su amigo David al centro. El chico no practicaba y la fe era una teoría para él: probablemente ese era su primer encuentro con la religión organizada.
Ese día se ofrecía una vela con el Santísimo. Le explicaron en qué consistía: Cristo, con forma de pan, extraído del sagrario y depositado solemnemente sobre el altar, para recibir homenaje y adoración. David llegó y se asombró.
Carlos le largó la explicación sin mucha seguridad de la reacción de David. Entraron en la capilla, se arrodillaron… al cabo de un rato de Vela, David dijo a su amigo, señalando al sagrario: ahí está Dios.
Y es que había recibido la fe. Lo que ocurrió luego fueron sus consecuencias inmediatas: confesión y vida cristiana.
La fe la recibió de Dios, a pesar de que su amigo Carlos titubease, aunque él pensara que todo aquello era una obrita de teatro.