Pasó en mi instituto que me encontré con una ambulancia, un día a las tres de la tarde; las clases acababan de terminar.
Me acerqué para preguntar qué era lo que les traía por allí.
Me dijeron que una de las limpiadoras había sufrido unn ataque y venían a llevársela a urgencias.
Me di cuenta que todavía no conocía el nombre de las integrantes de LA BRIGADA DE LA LIMPIEZA.
Para mi decepción, ninguno de los profesores lo conocía, ni sabía el nombre de ninguna.
Me llevé una alegría a la mañana siguiente al enterarme que Mariconchi
-nombre de la empleada de la limpieza fácilmente memorizable- había
sufrido un ataque de asma debido a tensiones laborales, pero que ya se
había reincorporado.
Me puse a reconocer a cada limpiadora por su nombre. Al sentirse
reconocidas, estas mujeres que conocen lo que pasa en cada esquina del
instituto, llevan su sonrisa cordial por todas partes.
Dos semanas después veo que el ambiente general del centro va mejorando y lo achaco a ese reconocimiento.
Tiene esto muchas aplicaciones:
– el llamarlas por su nombre hace que todo tenga una personalidad: el centro es más propio de cada uno.
– los alumnos se dan cuenta. Les empiezan a llamar también por su nombre.
– Las limpiadoras se integran en el centro y vienen a contarte problemas de trabajo que atañen a la educación de los alumnos.