CÓMO AYUDAR A ALGUIEN DE VERDAD

Filosofías de todo a 0’60 (antes de todo a 100).-

Ayudar a alguien es una expresión (¡una buena expresión!) de la virtud de la generosidad.

 Pero esa virtud de la generosidad, a poco que nos descuidemos, se puede trastocar en soberbia.

 Me explico. 

Cuando una persona se deja el pellejo en ayudar a otra, y después se regocija y se autoengorda al recibir las gracias por la ayuda prestada, ha convertido un acto de generosidad en un acto de egoísmo, autocomplacencia o vanidad; en el mejor de los casos, de acallar la conciencia. 

Lo realmente difícil de ayudar a una persona no es ayudarla, sino averiguar cómo quiere esa persona ser ayudada y cómo realmente necesita ser ayudada; que suele ser distinto de cómo queremos hacerlo nosotros.

Permitidme un chiste de Jaimito…

AYUDANDO A LA ABUELITA

Estaba un buen día, el profesor de Jaimito en clase explicando que había que esforzarse por ayudar a los demás. Y les propuso que, durante el fin de semana, hicieran una acción de ayuda a una persona necesitada. Pasado el fin de semana cada cual explicaría al resto de la clase cuál había sido su buena acción. Y llegó el lunes. El buen maestro tuvo a bien preguntar primero a Jaimito.

– Jaimito, ¿cuál ha sido tu acción buena?

– Yo -contestó Jaimito- he ayudado a una viejecita a cruzar la calle.

– ¡Muy bien! -se apresuró a decir el maestro. Y continuó: ¿Y tú, Pedrito, cuál ha sido tu buena acción?

– Yo – contestó éste- ayudé a Jaimito a que ayudara a la viejecita a cruzar la calle .

– ¡Estupendo! ¿Y tú, Manolito?

– Yo, ayudé a Jaimito y a Pedrito a que ayudaran a la viejecita a cruzar la calle

Así fue ocurriendo, sucesivamente con todos los niños de la clase. Al final del interrogatorio, resultó que todos los niños había ayudado a la misma viejecita a que cruzara la calle.

– Pero bueno, dijo al fin el buen maestro- ¿Es que tuvísteis que ir todos a ayudar a una viejecita a cruzar la calle?

– Es que -respondió Jaimito- la vieja NO quería cruzarla.

Por otro lado, todos tenemos la experiencia de que es bastante más difícil recibir ayuda que darla: mientras ésta es una expresión de la virtud de la generosidad, aquella lo es de la humildad… y ¡qué caro es el precio de la humildad!