Además de la buena memoria, tenía Juan en su favor ciertas ayudas del Cielo. Y así sucedió que una noche soñó todo lo que al día siguiente le iban a preguntar en el examen. Se levantó y escribió todo lo que había soñado, y lo repasó y se lo aprendió muy bien.
Llegó la hora del examen y Juan lo entregó antes que los demás y estaba perfectamente respondido. El profesor se admiró y le pidió el borrador, y con emoción vio que en borrador había escrito Bosco todo el examen que el profesor había pensado dictar, pero que a última hora recortó, no dictando sino la mitad.
El profesor muy extrañado le preguntó: “¿Y cómo se explica esto?”. El joven le respondió sencillamente: “Es que lo he soñado”. (Con razón sus compañeros lo llamaba “El Soñador”).