Nacida en Autin (Bourgogne, Francia), vivió entre 1647 y 1690. Religiosa de la orden de la Visitación, es famosa por sus revelaciones que tanto han contribuido a fomentar la devoción al Sagrado Corazón. Enfermó joven y buscó protección en la Virgen, a la que le hizo una promesa de que si Ella le devolvía la salud se haría una de sus hijas. Apenas hizo la promesa, recobró la salud. Dice Sta. Margarita: «Recibí la salud, y una nueva protección de esta Señora la cual se declaró dueña de mi Corazón, que mirándome como suya, me gobernaba como consagrada a Ella, me reprendía mis faltas y me enseñaba a hacer la voluntad de Dios.» Además de la salud, esta promesa logró en Margarita un profundo sentido de unión con la Virgen, quien un día le dijo a Margarita: «Nada temas; tu serás mi verdadera hija, y yo seré siempre tu buena Madre. También María Margarita fue inspirada por Cristo para establecer la Hora Santa y orar postrada con el rostro en tierra desde las once hasta la medianoche en la víspera del primer Viernes de cada mes, para participar en la tristeza mortal que Él soportó cuando fue abandonado por sus Apóstoles en su agonía, y para recibir la Sagrada Comunión en el primer Viernes de cada mes. En la primera gran revelación, Él le hizo saber su ardiente deseo de ser amado por los hombres y su designio de manifestar su Corazón con todos sus tesoros de amor y misericordia, de santificación y salvación. Él designó el viernes siguiente a la octava de la fiesta de Corpus Christi como la fiesta del Sagrado Corazón; Él la llamó la Amada Discípula del Sagrado Corazón, y la heredera de todos sus tesoros. El amor del Sagrado Corazón era el fuego que la consumía, y la devoción al Sagrado Corazón es el estribillo de todos sus escritos. En su última enfermedad rehusó todo paliativo, repitiendo frecuentemente: Lo que tenga yo en el cielo y lo que desee yo en la tierra, eres sólo Tú, Oh mi Dios, y murió pronunciando el Santo Nombre de Jesús. Se le representa en éxtasis arrodillada, con los ojos en alto; vistiendo el hábito oscuro de su congregación. Suele tener un corazón o una corona de espinas en la mano.