Tienen en común la belleza de la juventud, unos ojos claros e inteligentes y una sonrisa franca, que no teme hablar del motivo de su alegría. Las tres acaban de licenciarse y se dedican a sectores profesionales creativos: publicidad, cine y televisión, y moda. Durante varios días trabajaron como voluntarias en la organización de la beatificación de Álvaro del Portillo. Lilia y Polina, en la zona de las sacristías, y Dasha, en la limpieza de los sanitarios. De lo más divino a lo más humano…
Kiev. Dios, en el descanso de un concierto
Lilia acaba de terminar el posgrado
Fashion Trend Analysis en el Centro Universitario Villanueva de Madrid. Es diseñadora de moda y conoció el Opus Dei en Kiev, en un momento insospechado: el descanso de la actuación de una famosa cantante ucraniana, a la que acompañaba en el escenario como bailarina. Katia, numeraria del Opus Dei, y también ucraniana, le habló de la Obra, de algunas actividades para chicas de su edad y de un proyecto de moda que querían poner en marcha en Moscú para el que necesitaban su ayuda.
«Yo era católica pero no sabía nada de la Obra. Pensé que allí se vivía aquello que decía Jesús: os conocerán por el amor que os tenéis los unos a los otros»
En un primer momento -reconoce Lilia- aquello no le interesó demasiado, y menos en Rusia, pero más adelante decidió pasar unos días en la residencia de Moscú para que le explicaran con detalle el proyecto. «Me gustó mucho el ambiente, cómo se querían y ayudaban las residentes. Yo era católica pero no sabía nada de la Obra. Pensé que allí se vivía aquello que decía Jesús: os conocerán por el amor que os tenéis los unos a los otros».
Lilia volvió a la residencia poco después, comenzó a asistir a medios de formación cristiana, y descubrió su
vocación como numeraria. Hace dos años que es de la Obra y está feliz.
De Álvaro del Portillo destaca su paz, su sonrisa permanente. «Todos dicen: transmitía paz, tranquilidad. La paz de alguien que sabe que está en el camino adecuado, de quien ha alcanzado lo más grande. La paz que da la coherencia de vida». Le gustaría que muchos jóvenes como ella, que están en plena búsqueda vital, descubrieran a Dios. «Somos hijos de Dios, él nos creó. Y si lo buscamos a Él, nos encontramos además a nosotros mismos, descubrimos nuestra identidad más real, y todo lo mejor de este mundo».
Siberia y el trabajo como medio de santificación
Dasha proviene de Omsk, al sur de Siberia, donde vivía con su abuelo. Y pese al frío de la Estepa, es un volcán de risa contagiosa. No es de la Obra y vive en la residencia de Moscú desde hace un año. «Buscaba un alojamiento para mi último año de universidad, y cuando conocí esto dije: yo quiero vivir aquí. Me pareció un lugar sano, alegre, que me ofrecía un interesante intercambio de experiencias». Ahora acaba de terminar Publicidad y ha empezado a trabajar en una agencia.
En la residencia, Dasha ha descubierto la fe católica y ha recibido la Primera Comunión. Está muy contenta. «Yo era ortodoxa de Bautismo pero no practicaba. Vivía la ortodoxia como algo cultural pero mi corazón era católico».
Piensa que el Opus Dei puede hacer mucho bien a su país. «Lo que más me sorprendió cuando oí hablar de la Obra fue que con mi trabajo podía ser santa. Todavía estaba lejos de la Iglesia y pensé: ¿cómo?, ¿gente de la Iglesia me dice que trabaje? Nunca nadie me había explicado algo así. Me pareció una genialidad y pienso que es importante para mi país. El Opus Dei es práctico, te dice cómo hacerlo, te muestra el camino. Y si la gente lo descubre puede encontrar el sentido de su vida».
La fe le lleva a preocuparse por Rusia, su país, al que mira con esperanza e ilusión
La fe le lleva a preocuparse por su país al que mira con esperanza e ilusión. «Hay muchos problemas pero creo que la gente que nació después de la desintegración de la Unión Soviética quiere encontrar sentido, quiere cambiar algo, hay movimiento en todas las esferas y deseos de que las cosas mejoren».
Dasha quiere contribuir a ese cambio. «He leído varias cartas de los Papas y del
prelado del Opus Dei sobre cómo los que trabajamos en los medios de comunicación podemos influir en la puesta en marcha de leyes buenas. Yo quiero ayudar al Papa a llevar a Jesús a la gente. Por ejemplo, hace poco, en los Cannes Lions, había una campaña de anuncios sobre donación de sangre. Me parece muy interesante utilizar la tecnología para algo bueno. Y eso me lleva a pensar qué tengo que hacer yo, qué puedo hacer yo. Estoy segura de que si rezo, si procuro seguir mi camino de santidad, Dios me dirá qué hacer para darle todo el sentido a mi vida».
Venir a Valdebebas le ayuda a Dasha a reforzar su fe. En Rusia no hay muchos católicos, y los que hay o no frecuentan la iglesia o son personas mayores. «Esto es como un
collage de gente joven que ama a Cristo, es alucinante. Me encuentro gente que me pregunta de dónde soy: «¡De Rusia!, ¡de Siberia!». Me dicen: «rezo por tu país». Hoy en el turno de limpieza de los baños me he encontrado con una señora: «¿Cómo te llamas?» «Dasha». «Dasha, voy a rezar por ti. Cuando te sientas sola piensa: Susana, de México, reza por mí». Esto le ha conmovido mucho porque le recuerda a su abuela, que murió cuando ella tenía doce años: «cuando salía de casa, mi abuela siempre me decía: que el Señor esté contigo. Aquello me ayudaba a ser mejor. Ahora pienso también: si alguien me dice que reza por mí tengo que esforzarme, ¡no puedo hacer las cosas mal!».
«Cuando miras al Beato Álvaro te das cuenta de que te quiere, y de que hay unidad entre lo que piensa, lo que dice y lo que hace»
Por la situación de su país, a Dasha le ha costado venir a Madrid. «Tengo visado sólo por unos días. Pero yo sabía que a otra cosa no, pero a la beatificación tenía que venir. Puede ser que don Álvaro quiera que yo esté aquí».
Si tuvieras que hacer un anuncio sobre Álvaro del Portillo, ¿qué destacarías? le hemos preguntado. «Me gustaría mostrar su sonrisa. Comunica. Cuando lo miras te das cuenta de que te quiere, y de que hay unidad entre lo que piensa, lo que dice y lo que hace».
Moscú. El heroísmo de lo ordinario
Polina conoció el Opus Dei por una amiga. «Yo era ortodoxa pero no practicaba mucho. Cuando visité un centro del Opus Dei me llamó la atención que era gente interesante y alegre. Pensaba que la gente que practicaba tenía que ser mayor, rara o aburrida…».
Poco a poco se fue acercando a la fe católica, empezó a recibir catequesis y a ir a la iglesia. «La iglesia Católica y la Ortodoxa tienen mucho en común. Antes de convertirme, leí mucho, pensé mucho, me di cuenta de que tenía que cambiar cosas en mi vida que no hacía bien y me daba miedo. Recuerdo que preguntaba a la gente de la Obra: ¿qué hago?, ¿qué quiere Dios?, ¿en qué me tengo que convertir? Pero no me contestaban o me decían: eso lo tienes que ver tú… Así que pensé, recé y después me decidí».
Recuerdo que preguntaba a la gente de la Obra: ¿qué hago?, ¿qué quiere Dios?, ¿en qué me tengo que convertir? Pero no me contestaban o me decían: eso lo tienes que ver tú… Así que pensé, recé y después me decidí»
Ahora Polina es también supernumeraria del Opus Dei. «Estoy contenta. Creo que este es mi sitio. Pertenecer a la Iglesia Católica y al Opus Dei me ha hecho descubrir la belleza de la vida humana. No niego que es exigente. Nunca estás segura del todo ni tienes todo resuelto. Si te decides por Dios, tienes que tomarte la vida con responsabilidad. Y a veces surge de nuevo la pregunta: ¿qué hago?, ¿qué tengo que cambiar? Pero me hace feliz este camino donde cada pequeña cosa es importante. Por ejemplo, yo trabajo en la industria del cine y la televisión. A veces te das cuenta de que deberías ayudar a cambiar cosas, sobre los valores de los héroes, etc. Indudablemente puedes cerrar los ojos y decir: OK, esto es lo que hay. Pero también puedes pensar: qué puedo hacer para que las cosas mejoren».