Durante la primera guerra mundial, uno de dos hermanos que combatían en la misma compañía en Francia fue abatido por los alemanes.
El otro hermano, a duras penas pudo escapar, pero nada más terminar la batalla pidió permiso a su capitán para intentar recuperar el cadáver
– No tiene sentido, está muerto
– Puede que no lo esté, señor, contestó el hermano
– Si no lo está, le quedará poco tiempo de vida. No tiene sentido arriesgar tu vida por intentar salvar un cadáver
Por mucho que lo intentaba, el oficial no conseguía disuadir al hermano, así que finalmente le concedió el permiso. El hermano se adentró en el campo de batalla y regresó al campamento con su hermano a hombros.
Acababa de fallecer
– ¿Ves como no tenía sentido? – dijo el oficial – arriesgaste tu vida por nada
– No es verdad, señor. Hice lo que él esperaba de mí y tuve mi premio: Cuando me agaché y le cogí en brazos, mi hermano agonizante me dijo : «Tom, sabía que vendrías. Sabía que no me dejarías morir aquí»